¡Qué animalada! Elefantes, cocodrilos y lobos en la Biblioteca Villa de Vallecas

Hace mucho que no subo fotos de mis sesiones de cuentacuentos al blog, en parte porque las que me han hecho últimamente han salido demasiado oscuras y alejadas, y en parte porque en muchos de los sitios donde actúo me advierten que no ponga imágenes de niños y niñas en internet, lo que en mi caso es un problema, porque siempre suelo interactuar con el público y es rara la foto en la que no salga algún personajillo cerca de mí. Por eso hoy he optado por subir algunas fotos de mi sesión en la Biblioteca Pública Villa de Vallecas de la Comunidad Madrid emborronando los ojos de los niños y niñas que en ellas aparecen. Espero que no eso sea suficiente para proteger su derecho a la intimidad.

La biblioteca en cuestión, muy nueva y bien acondicionada, ofrece un lugar perfecto para para contar cuentos. El espacio dedicado a esta actividad se llenó por completo: casi 50 niños y niñas y otros tantos adultos. Pasamos una mañana muy divertida entre bestias ferozes y no tan feroces.

Fotos: Pedro G. Chain

Fallado el VIII Premio de Poesía Infantil «Luna de Aire»

Leo en el blog Literatura Infantil y Juvenil Actual que acaba de fallarse el VIII Premio de Poesía Infantil «Luna de Aire» que convoca el CEPLI en colaboración con el Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Campus de Cuenca de la UCLM.

El jurado acordó por mayoría conceder el premio al libro "En la plaza quieta", de Antonio Núñez Torrescusa, maestro jubilado y residente en San Lúcar de Barrameda (Cádiz).

La ilustración del libro premiado, que editará el CEPLI en los próximos meses, correrá a cargo de Beatriz Torres. La entrega del premio (dotado con 3.000 euros) y la presentación del libro publicado tendrán lugar a finales de mayo del presente año.A la edición de este año se presentaron 188 originales procedentes de casi toda España y de diversos países latinoamericanos.

Más información en la web del CEPLI y en CuencaON

Carta de despedida a María Elena Walsh

Querida María Elena:

Nunca nos conocimos. No sabías mi nombre y sin embargo sé que en cada poema que escribiste buscabas las palabras siempre pensando en mí. En mí y en los millones de niñas y de niños que crecimos creyendo que existían reinos patas arriba donde habitaban gatos pescadores, monas con lazo, ositos caprichosos y vacas estudiosas; un mundo en el que aún era posible inventar la vacuna contra la intolerancia.

Yo llegué a tus poemas en la voz de otra artista cuyo nombre concilia la belleza y la fuerza. Rosa León cantaba en mis casetes tus versos prodigiosos, que fueron la semilla –al menos una de ellas– de lo que soy ahora: poeta y cuentacuentos. Pasaron muchos años hasta que mis pupilas encontraron tu nombre en esos textos. Ya sabes, María Elena, que la infancia no entiende de etiquetas ni autores. Sólo cuando el veneno de las letras me empezó a hacer efecto y en mis dedos sentí cómo crecía alguna pequeña historia, quise saber quien era la persona cuya imaginación me había dado tantas horas felices, y ahí encontré tu nombre, María Elena. Desde entonces, no he dejado jamás de desear llegar a ser siquiera una sombra de todo tu talento. Ya no puedo escuchar esas canciones, ni leer cualquier cosa salida de tus manos, sin pensar en lo hermoso que debía de ser el territorio donde anclabas tus sueños.

Hoy me dicen que has dejado esta tierra y no sé si estar triste o alegrarme porque, aunque te perdemos, estarás para siempre con nosotros desde la inmensidad de tu gran obra. En cambio, este planeta redondito y azul se te había quedado ya pequeño. Seguro que a estas horas ya has llegado hasta el cielo, en el que te aguardaban Gloria Fuertes, Astrid Lindgren y tantas otras grandes.

Estás contándonos un cuento / que no terminará jamás / dios te dictaba el argumento, dulce María Elena Walsh.

¡Hasta siempre, maestra!